“No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfearlas”. Jon Kabat-Zinn.
Por muchos años, la salud mental fue un tema relegado al silencio y rodeado de prejuicios. Se pensaba que las enfermedades mentales sólo afectaban a los mal llamados “locos” y que su lugar estaba en hospitales psiquiátricos, lejos del resto de la sociedad. Este enfoque estigmatizante limitaba la posibilidad de comprender que los trastornos mentales no solo son comunes, sino que afectan a personas de todas las edades, géneros y contextos sociales. Las crisis emocionales eran vistas como debilidades personales o señales de inadaptación, lo que provocaba juicios severos y una falta general de empatía hacia quienes las padecían.
Este estigma no solo aislaba a los pacientes, sino que también creaba barreras para buscar ayuda. Muchas personas preferían esconder su sufrimiento antes que enfrentar el rechazo social o ser etiquetadas como “inestables”. La salud mental no era considerada una prioridad dentro de los sistemas de salud, quedando relegada a espacios limitados y mal financiados.
Hoy, aunque hemos avanzado en la conversación pública y la normalización de estas problemáticas, las huellas del pasado todavía persisten. La tarea actual no es solo brindar acceso a tratamientos, sino también transformar la percepción social sobre los trastornos mentales: entender que no son una elección, sino condiciones que requieren comprensión, apoyo y políticas públicas efectivas.
La salud mental garantiza el bienestar y desarrollo pleno de las personas y las sociedades; sin embargo, las cifras indican un panorama preocupante. Según la OMS, 1 de cada 8 personas a nivel mundial enfrenta un problema de salud mental.
Escenario actual.
En Latinoamérica, Chile lidera en la prevalencia de trastornos mentales, según el Laboratorio de Psiquiatría Traslacional y Psicopatología (Psiquislab). Además, el Termómetro de Salud Mental posiciona al país como el segundo del mundo con mayor deterioro en este ámbito, con un impacto más severo en mujeres. Entre los trastornos más frecuentes destacan la ansiedad, la depresión y el estrés, especialmente entre los estudiantes de educación superior.
La ansiedad continúa siendo el principal trastorno psicológico en el país. Según la octava edición del “Termómetro de la Salud Mental en Chile Achs-UC”, elaborado por la Achs y el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, cerca del 25% de los encuestados reportó síntomas de ansiedad, una cifra similar a la registrada anteriormente (22,3%). Entre los síntomas más comunes destacan la preocupación excesiva (28,5%), dificultad para relajarse (24,3%), sentir tensión o angustia (23,3%) y la incapacidad de dejar de preocuparse (21,7%).
La depresión se mantiene como un problema recurrente en las últimas ediciones del Termómetro de la Salud Mental. En la última encuesta, el 13,1% de los participantes reportó síntomas, una cifra muy similar a las rondas anteriores (13,9% y 13,7%). En comparación con abril de 2023, se observó una leve disminución en mujeres (2,4 puntos) y un pequeño aumento en hombres (1,4 puntos).
¿Cómo se manifiestan la ansiedad, la depresión y el estrés?
Los trastornos de ansiedad se caracterizan por episodios recurrentes de miedo intenso o ataques de pánico que aparecen de forma repentina y alcanzan su punto máximo en pocos minutos. Estas sensaciones suelen ser desproporcionadas respecto al peligro real, interfieren en las actividades diarias y pueden prolongarse en el tiempo, dificultando su manejo. Para evitarlas, las personas a menudo eluden ciertas situaciones o lugares que podrían desencadenarlas.
Por su parte, la depresión, también conocida como trastorno depresivo mayor, es un problema emocional que genera tristeza persistente y pérdida de interés en actividades cotidianas. Afecta los sentimientos, pensamientos y comportamientos, y suele presentarse en episodios recurrentes. Durante estos, las personas pueden experimentar síntomas como desesperanza, irritabilidad, falta de energía, alteraciones del sueño y apetito, dificultades para concentrarse y, en casos graves, pensamientos suicidas. Además, la depresión puede manifestarse físicamente con dolores inexplicables, lo que demuestra su impacto integral en la vida de quienes la padecen.
El estrés, conocido por muchos psicólogos como el “detonante”, actúa como un catalizador que puede desencadenar tanto afecciones físicas como comportamientos nocivos, favoreciendo la aparición de diversas enfermedades. El estrés puede ser la causa de tus dolores de cabeza, insomnio, falta de concentración, dolores musculares o problemas gastrointestinales. Según la OMS, así se manifiesta el estrés en la vida de una persona:
Efectos en el cuerpo.
El estrés crónico puede desencadenar una variedad de problemas físicos, como dolores de cabeza persistentes, tensión o dolor muscular, malestar en el pecho, fatiga constante e insomnio. Además, puede alterar el deseo sexual, causar molestias estomacales y debilitar el sistema inmunológico, haciéndonos más vulnerables a enfermedades e infecciones.
Efectos en el estado de ánimo.
A nivel emocional, el estrés puede provocar ansiedad, sentimientos de desasosiego, falta de motivación y problemas de memoria. Muchas personas bajo estrés se sienten abrumadas, irritables o incluso deprimidas. Estos cambios en el estado de ánimo pueden dificultar la capacidad de lidiar con las demandas diarias y afectar negativamente las relaciones interpersonales.
Efectos en el comportamiento.
El estrés también influye en el comportamiento, llevando a hábitos poco saludables como comer en exceso o, por el contrario, no comer lo suficiente. Las personas estresadas pueden tener arrebatos de ira, recurrir al abuso de drogas, alcohol o tabaco, aislarse socialmente y abandonar rutinas importantes como el ejercicio físico.
¿Cuándo acudir al médico y qué esperar?
Cuando empezamos a notar que nuestra calidad de vida disminuye, que nuestras emociones, pensamientos o comportamientos nos impiden enfrentar con normalidad los desafíos cotidianos, es momento de considerar buscar ayuda profesional.
Este tipo de señales puede incluir sentirse constantemente abrumado, experimentar cambios significativos en el estado de ánimo o desarrollar conductas que afectan nuestras relaciones, trabajo o bienestar personal. Hablar al respecto con amigos y familiares puede ser un primer paso, pero acudir a un médico o especialista en salud mental es clave para obtener un diagnóstico adecuado y un plan de tratamiento efectivo.
Consulta a un profesional de salud mental si:
- Los síntomas emocionales, como ansiedad o tristeza, persisten durante semanas o meses.
- Se experimentan pensamientos suicidas o de autolesión.
- Los cambios en el comportamiento, como aislamiento social o abuso de sustancias, interfieren con la vida diaria.
- El estrés o los problemas emocionales comienzan a manifestarse físicamente, como dolores constantes, insomnio o fatiga extrema.
¿Qué tratamientos esperar?
El tratamiento dependerá del diagnóstico y de las necesidades individuales, pero puede incluir:
- Psicoterapia: Un espacio guiado por un profesional para explorar emociones, pensamientos y patrones de comportamiento. Las terapias cognitivas-conductuales y de apoyo emocional son comunes.
- Medicamentos: Antidepresivos, ansiolíticos o estabilizadores del estado de ánimo pueden recetarse según sea necesario, siempre bajo supervisión médica.
- Cambios en el estilo de vida: Estrategias como mejorar la alimentación, incorporar actividad física regular y técnicas de relajación pueden complementar otros tratamientos.
- Apoyo social: Participar en grupos de apoyo o redes comunitarias puede ser valioso para compartir experiencias y reducir el aislamiento.
Entre los antidepresivos más recetados para tratar la ansiedad y la depresión se encuentran los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina como la Venlafaxina y Duloxetina, que ayudan a regular el estado de ánimo aumentando los niveles de serotonina y norepinefrina.
También están los inhibidores de la recaptación de serotonina como la Fluoxetina, Citalopram, Sertralina, Paroxetina y Escitalopram.
Por su parte, los antidepresivos tricíclicos como la Amitriptilina, Imipramina, Clordiazepóxido, Clomipramina y Trimipramina equilibran las sustancias químicas del cerebro para ayudar a tratar síntomas de la depresión. Además de los antidepresivos atípicos como Wellbutrin.
Hablar sobre lo que sentimos no es un signo de debilidad, sino de valentía y amor propio. Si estás experimentando angustia, tristeza o cualquier síntoma que afecte tu salud mental, no permitas que la vergüenza te silencie. Busca apoyo en tus seres queridos; una conversación sincera puede ser el primer paso hacia el alivio.
Comparte tus inquietudes con un profesional de la salud, quien podrá orientarte y ofrecerte las herramientas necesarias para mejorar tu bienestar. Recuerda, no estás solo: siempre habrá alguien dispuesto a escuchar y acompañarte. Dar el paso de pedir ayuda no solo cuida tu salud mental, sino que también protege tu vida y abre la puerta a una
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