Control temprano, vida plena: Cómo prevenir y gestionar la Hipertensión Arterial

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La Presión Arterial y sus implicaciones.

Desde el palpitar en la muñeca hasta los latidos perceptibles al descansar la cabeza en la almohada, cada pulsación es una manifestación de la vida misma, alimentada por la presión sanguínea que recorre el cuerpo. Detrás de esos latidos se encuentra un aspecto vital: la presión arterial.

La presión arterial, conocida como la fuerza con la que la sangre fluye por las arterias del cuerpo gracias a los latidos del corazón, es crucial para la irrigación sanguínea de todos los órganos. Se mide en milímetros de mercurio (mm Hg) teniendo en cuenta la sistólica (alta) y la diastólica (baja). Pero, ¿qué ocurre cuando la presión aumenta?

La hipertensión, o presión arterial alta, es una enfermedad que impacta las arterias del organismo, y se caracteriza por una elevada y persistente fuerza ejercida por la sangre sobre las paredes arteriales. Esto conlleva a un mayor esfuerzo por parte del corazón para impulsar la sangre hacia todas las partes del cuerpo.

En conversaciones con especialistas en cardiología, escuchamos la frase “Cuando sube la presión, el daño ya está hecho”. Y es que la hipertensión puede dañar de manera insidiosa el organismo durante años, generando discapacidad, reduciendo la calidad de vida y aumentando el riesgo de ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares.

Entre los daños más significativos se encuentran la ceguera, el dolor precordial, las complicaciones del embarazo (preeclampsia/eclampsia), la pérdida de memoria, concentración y conocimiento; daño grave en la arteria principal del cuerpo (Disección de la aórtica), el deterioro del bombeo del corazón, la acumulación de líquido en los pulmones, el edema pulmonar y la pérdida de la función renal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera hipertensión arterial los valores de 140/90 mm Hg. Mientras que la presión ideal (Normal) es de 120/80 mm Hg.

¿La asesina silenciosa?

Sí, así es como se conoce a la hipertensión arterial, ya que la mayoría de las personas que la padecen no presentan ningún síntoma evidente o señal de peligro. Esto puede deberse a síntomas leves o a la confusión con otras condiciones, como migrañas, fatigas, entre otras.

Una vez identificada la hipertensión, síntomas como dolores de cabeza, falta de aire, sangrados nasales, dolores en el pecho, mareos, náuseas y vómitos, visión borrosa, ansiedad, pitidos en los oídos, cambios en el ritmo cardíaco (Taquicardia) y confusión; deben ser indicadores para controlar la presión y buscar ayuda médica urgente.

La frecuencia con la que debes controlar la presión arterial va a depender de varios aspectos; como la edad, el estado de salud en general, factores de riesgo de enfermedad cardíaca, antecedentes familiares y/o de hipertensión aislada en momentos anteriores.
Los chequeos de la presión arterial deben realizarse cada dos años a partir de los 18; aumentando la frecuencia y observación a partir de los 40 años de edad, prestando mayor atención en caso de consumir tabaco, alcohol, padecer de obesidad y/o riesgos de enfermedad cardíaca en la familia, falta de ejercicio físico y sedentarismo, alto consumo de sal, bajos niveles de potasio, estrés y embarazo.

La prevención es la clave.

En correspondencia con la OMS, los profesionales de la salud están enfocados en prevenir y controlar las enfermedades cardiovasculares desde la atención primaria. Se prioriza abordar factores determinantes como la dieta saludable, el peso, la actividad física, el consumo moderado de sal y alcohol, y la eliminación del tabaquismo.

Los consultorios médicos, siendo la primera línea de atención, son clave en la detección de factores de riesgo de hipertensión y en la evaluación de tratamientos efectivos. Además de detectar la hipertensión temprana, se busca ofrecer seguimiento personalizado para mejorar su manejo y reducir las complicaciones a largo plazo. Los médicos de atención primaria desempeñan un papel esencial al educar y empoderar a los pacientes para adoptar hábitos de vida saludables y participar activamente en su cuidado cardiovascular.

Diagnóstico y Tratamiento.

Los especialistas pueden recomendar una serie de exámenes para evaluar la presión arterial, como el monitoreo ambulatorio durante 6 o 24 horas. Además, se solicitan pruebas de laboratorio para analizar los niveles de colesterol y glucosa en sangre, así como la función de los riñones, hígado y tiroides.

El electrocardiograma y el ecocardiograma son pruebas cruciales. El primero evalúa la actividad eléctrica cardíaca y la velocidad de los latidos, mientras que el segundo proporciona imágenes detalladas del corazón en movimiento, mostrando la circulación sanguínea y el funcionamiento de las válvulas cardíacas.

Entre los medicamentos más efectivos para el tratamiento de la hipertensión arterial se encuentran los diuréticos (Hidroclorotiazida, Hidronolol, Metorene, Hiprex), los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (Lisinopril, Enalapril, Enalten y Captopril), los antagonistas y receptores de angiotensina II (Candesartán, Losartán), Bloqueadores de canales de calcio (Amlodipino, Diltiazem).

En conjunto con los anteriores, tu proveedor de salud puede sugerir la combinación con alfabloqueadores como la Doxazosina(Alfadoxin), alfabetabloqueadores como el Carvedilol, betabloqueadores como el Atenolol, antagonistas de la aldosterona (Espironolactona), entre otros.

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